Mirala que linda viene

En andas cuando se puede, y otro poco a la rastra, un grupo de hinchas de Rosario Central ingresan a Andrés Bracamonte al hospital Centenario. “Ayuden que se está muriendo”. Minutos antes, Pillín, histórico líder de la barra canaya, había sido alcanzado por cinco balas. Cuando los hinchas que lo socorrieron pidieron ayuda médica a los gritos, ya era tarde. 

¿Qué vemos los hinchas cuando vemos un barrabrava? “El espectáculo en Argentina está vinculado a la festividad en las tribunas, y ese lugar es ocupado por las barrabravas”, le dice a este medio el antropólogo José Garriga. Pasa con hinchas de River que reclaman el retorno al estadio de Los borrachos del tablón. Pero advierte: “Esta dimensión no puede ocultar otra que es la violencia. La parte festiva y la parte violenta son dos dimensiones unidas”.

Las barras y sus líderes han ganado legitimidad. Referentes de paravalanchas invitados a canales de streaming exitosos, presidentes de clubes que ya no esconden sus vínculos. “En la actualidad, como parte de la comunidad futbolera conocemos sus nombres porque fueron incorporados a la cobertura informativa y tienen mayor visibilidad: Bebote o Pillín”, escribió Juan Manuel Sodo en el libro El deporte en agenda. “Hasta avanzada la década del noventa, sin ir más lejos, en el «sin repetir y sin soplar» de las hinchadas, apenas podía nombrarse al Abuelo José Barrita y no mucho más”. Sin embargo, ningún periodista deportivo le preguntó a Gonzalo Belloso –mientras presentaba al DT Holan– sobre el episodio ocurrido dos días antes a un par de cuadras del Gigante, en plena desconcentración de socios del club que preside. 

Semanas atrás, cuando Boca enfrentó a Gimnasia en el Coloso del Parque Independencia por Copa Argentina, integrantes de La 12 pasaron de la popular a la platea para “defender” a los suyos de agresiones policiales y de hinchas rivales. A la vuelta a su lugar, fueron recibidos con aplausos. Recordados son también los pedidos de autógrafos y fotos a su histórico líder, Rafael Di Zeo.

La cultura futbolera argentina premia las fiestas en la tribuna. Somos “hinchas de la hinchada” se suele decir. Eso es abono para la legitimidad de los “dueños” de esa fiesta. De todas maneras, Garriga –autor de Haciendo amigos a las piñas y Nosotros nos peleamos– aclara que “el aguante no pasa tanto para los barras por alentar todo el partido, por llevar más banderas ni ser más festivos, sino por pelearse”.

Esas peleas son menos por los colores que por el territorio. En 2011, Pillín y Daniel Chamala Vázquez (por entonces uno de los jefes de la barra de Newell’s) posaron juntos para la foto. Los separaba la camiseta, los unían Los Monos. “Los barras siempre entendieron que en los negocios podían ser amigos de los que eran enemigos en el mundo del fútbol”, remarca Garriga. Hinchadas Unidas Argentinas, el ejemplo más claro de unidad multicamiseta por un fin común: el ir al Mundial. Otras lógicas violentas también cambiaron. La Policía pasó de enemiga a ser escolta y cómplice.

Volviendo a la legitimidad de la violencia barra, Garriga cuenta que en su trabajo de investigación muchos hinchas le confesaban: «Nosotros no queremos barras, pero mientras las haya, queremos que la nuestra sea la más jodida»”. También en su laburo de campo para el libro La identidad se forja en el tablón, Javier Bundio recogió el cantito celebratorio de hinchas de San Lorenzo ante el ingreso de la barra: “Mirala que linda viene | mirala que linda va | es la banda de Boedo | que al Ciclón viene a alentar”.

Publicado en el semanario El Eslabón del 16/11/24

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