En el espejo sos trabajador
El 1º de mayo es una de las fechas más emblemáticas del calendario político. Es el día que trasciende las fronteras, la jornada más internacional de reflexión y lucha. Los mártires de Chicago fueron elegidos entre muchos posibles.
El 1º de mayo es quizás una de las fechas más emblemáticas del calendario político. Es el día que trasciende las fronteras, la jornada más internacional de reflexión y lucha. Los mártires de Chicago fueron elegidos entre muchos posibles. Si nos ponemos a revisar la historia, encontraremos infinidad de casos en los que los laburantes fueron masacrados por las milicias, por las fuerzas de seguridad o por matones a sueldo contratados por las patronales. Muchos discursos fueron configurando el imaginario acerca del trabajo.
El cristianismo reconoce en el trabajo una fuente de bienestar y dignidad, que atraviesa toda la práctica cristiana. Se lo consideraba como servicio a los demás y a Dios, y también como práctica de crecimiento individual y comunitario. Plantea el descanso necesario, poniéndole limite a la explotación, y la necesidad de distribuir equitativamente los recursos. Su centralidad queda claramente expresada en el relato de la creación, en el cual Dios trabajó cuando podría por su omnipotencia simplemente crearlo desde el ocio. Casi todas las religiones sitúan al trabajo como una de las actividades que engrandecen y dignifican, como creador de comunidad.
En el marxismo también el trabajo cumple un rol clave. Por un lado, es la esencia del ser humano, que a través del mismo se realiza y transforma la naturaleza. Por otro, toda la teoría del valor se construye sobre la hipótesis del trabajo socialmente necesario. La explotación se produce porque no le pagan todas las horas laburadas, los capitalistas se quedan con una parte, la plusvalía. El trabajo asalariado genera las contradicciones y las condiciones para que el proletariado haga la revolución. Luego, los medios de producción serían expropiados y las labores a cumplir se organizarían desde el Estado. En una etapa superior del comunismo, cada cual lo haría según sus gustos y capacidades.
El peronismo también construyó su doctrina en torno al trabajo. Desde sus comienzos en el Ministerio de Trabajo, hasta la legislación durante su presidencia, Juan Domingo Perón buscó representar a las clases trabajadoras y populares. El Estatuto del Peón Rural. La Ley de Contrato de Trabajo, la creación de las jubilaciones y pensiones, el sistema de salud pública y de las obras sociales sindicales, el salario mínimo vital y móvil, las vacaciones pagas, son sólo algunos de los derechos con los que ubicó en orden de importancia al trabajo por encima del capital. La creación de la CGT, el sindicalismo como base de sustentación del movimiento, le dieron protagonismo absoluto al trabajador en la construcción de la justicia social.
Si bien en la doctrina el catolicismo considera digno trabajar, a lo largo de la historia, la Iglesia ha tenido serias contradicciones entre una jerarquía con visión de poder y de participar en la superestructura del poder mundial, mientras que en las bases siempre hubo curas, grupos, que pretendían seguir un camino de austeridad al lado de los más humildes. Al marxismo le ocurrió algo similar, la burocratización del Partido Comunista, las estrategias geopolíticas, el expansionismo de la ex URSS como potencia colonial, provocaron en diferentes contextos, alianzas con el poder económico en contra de los trabajadores. El peronismo no escapa a esta situación. El menemismo vino a instalar al neoliberalismo y a destruir todos los derechos laborales conquistados durante los dos primeros mandatos de Perón. Favoreció a los sectores más concentrados del capital y de las finanzas y redujo al Estado a su mínima expresión quitando la garantía a la protección social de las y los trabajadores.
Las instituciones, ya sean religiosas, políticas, sindicales, no garantizan por sí mismas el cumplimiento de los preceptos que las constituyen. En su funcionamiento cargan con infinitas contradicciones producto de la disputa de valores y de las relaciones de fuerzas en su interior. La ideología que durante muchos siglos ha sido una herramienta para la transformación de las sociedades, a partir del neoliberalismo se ha limitado a discursos vacíos, escindidos de una práctica social transformadora.
Los trabajadores han sido, en la modernidad, protagonistas, por su capacidad de transformar las sociedades materialmente, pero también espiritual, económica y políticamente. La meritocracia instaló la idea de que ya no somos trabajadores. Desde los medios de comunicación tradicionales y los medios digitales, durante los últimos veinte años se instaló la idea de que todos somos consumidores. El individualismo y la fragmentación se incorporaron a la vida cotidiana. La destrucción de los rituales colectivos y la desconfianza instalada provocó relaciones humanas de una complejidad difícil de sostener. La sublimación se produce por el lado del consumo, el modo de ser felices es comprando, gastando. Este vuelco en la cultura tiene un claro sentido de manipulación y un objetivo claro, la pérdida de la identidad colectiva y por ende de la conciencia de clase.
Es de vital importancia valorar el sentido identitario de ser laburantes, resignificar individual y colectivamente esta pertenencia. Durante décadas nos inculcaron la igualdad formal, la única diferencia es que la cantidad de dinero que tenés te vuelve más o menos deseable para los demás. El pensamiento ecologista tiene mucho para aportar en este sentido. La biodiversidad es la posibilidad concreta de desarrollar nuestra singularidad, de poder ser nosotros mismos, de realizarnos en la vida de modos diferentes. La identidad laburante permite y potencia este pensamiento, le da sustento. El mejor homenaje para un 1º de mayo es recuperar esa identidad colectiva que nos potencia la capacidad de ser nosotros mismos.
Publicado en el semanario El Eslabón del 03/05/25
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