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¿Cómo sería?

Envalentonado y en campaña permanente, el Gobierno profundiza sus políticas de transferencia de riqueza generada por la economía real y visible a los circuitos de reproducción y acumulación de capital financieros y virtuales.

fecha 2 de Junio, 2025

Envalentonado y en campaña permanente, el gobierno nacional profundiza sus políticas de transferencia de riqueza generada por la economía real y visible a los circuitos de reproducción y acumulación de capital financieros y virtuales. Así, se profundiza el deterioro de la calidad de vida y el consiguiente incremento del descontento de la mayoría de la población, que se expresa en conflictos y reclamos dispersos, sectoriales, acotados, pero a la vez constantes, cada vez más extendidos territorialmente, por motivos cada vez más diversos. Sin embargo, el gobierno nacional arremete con más medidas en el mismo rumbo y con los mismos efectos, a las que añade la profundización del despliegue comunicacional de un relato que sostiene con el respaldo de los grandes aparatos comunicacionales y sus elencos de voceros y entrevistadores, en los que encuentra aliados y admiradores dispuestos a avalar lo que hasta minutos antes repudiaban e incluso lo que ni siquiera entienden. 

Al respecto, en lo de estas últimas semanas en torno a lo de los dólares bajo el colchón se viene acumulando mucha prueba. Con el presidente Javier Milei y el ministro Luis Caputo al frente, el gobierno de La Libertad Avanza machaca con una reivindicación de la ilegalidad que trasciende el tema puntual de los billetes estadounidenses y los argentinos que los llevan a la cama, que son muchísimos menos que los que los ven solamente en sueños o pantallas. 

Lo que se pretende instalar es la violencia ya no entendida como anormalidad, como recurso extraordinario, extremo y de defensa pero siempre indeseable, condenable, dañino. El relato libertario elogia, promueve y celebra la comisión de delitos según la clase a la que pertenece y el sentido en el que accione ilegalmente el delincuente del que se trate. Violar las leyes planificada y sistemáticamente para acumular propiedad privada es presentado como un acto de rebeldía moralmente válido. La libertad de amasar una fortuna usando de harina a los demás es la que invocan como sagrada los libertarios, que a la vez festejan oprimir las libertades de quienes no cuentan con los recursos suficientes para satisfacer sus necesidades básicas y también de quienes disienten con su gestión de gobierno.

El relato oficialista también se nutre de una lectura autocomplaciente del pensar y el sentir de “la gente” respecto de los decires y haceres del mileinato. Que el vocero presidencial Miguel Adorni haya sido votado para legislador de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires por el 30 por ciento del apenas algo más del 50 por ciento del electorado porteño que acudió a las urnas significa que “la gente” los apoya, afirman los inquilinos de la Casa Rosada. 

Que en realidad son sólo los votantes de Adorni quienes los respaldan es una lectura tan cuestionable como la otra. Y es que simplificación, dicotomización, fusión entre opinión personal o sectorial y verdad absoluta, son prácticas muy extendidas al calor del furor de los códigos de comunicación propios de las nuevas tecnologías de la comunicación y la información. Pero la validez de tales ejercicios como herramienta de construcción de consensos sociales suficientes para sostener en el tiempo gestiones de gobierno y proyectos políticos resulta por lo menos discutible. 

Admitir limitaciones de capacidades y conocimientos individuales, asumir lo complejo y dinámico de “lo que pasa en el país y en el mundo”, son premisas que no abundan tanto como la metralla de datos y estímulos disparada por la irrupción de esas nuevas tecnologías. Lo que no es nuevo es la posibilidad de no abandonar deseos y convicciones en la puerta de las artificialidades de época. Ser felices todos y todas tal vez no sean los que más se expresan cotidianamente, pero valen como deseo y convicción todavía vigentes en “la gente”, aún en su diversidad. Y claro que plasmarlos y expresarlos cotidianamente no es magia. Amar, compartir, respetar, comprender, perdonar, corregir, mierda que es fácil decir y muy difícil hacer lo que se desea y se cree si se trata de ser una comunidad feliz.

Pero ser feliz solo, ¿cómo sería?

Publicado en el semanario El Eslabón del 31/05/25

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