En tu aniversario, Evita
De chica la veía en blanco y negro. Firme. Hermosa. Con ese peinado que ninguna tormenta le desarmaba. Pero con los años, Evita se me empezó a aparecer a todo color. Me hablaba, me miraba desde los libros, desde la calle, desde alguna marcha con lluvia. Se metió en mi vida como quien no pide …
De chica la veía en blanco y negro. Firme. Hermosa. Con ese peinado que ninguna tormenta le desarmaba. Pero con los años, Evita se me empezó a aparecer a todo color. Me hablaba, me miraba desde los libros, desde la calle, desde alguna marcha con lluvia. Se metió en mi vida como quien no pide permiso, porque ya estaba invitada desde siempre.
No sé en qué momento exacto la empecé a amar, pero sí sé que ya no hay otra forma de vivir. Porque me enseñó todo lo importante: que no hay belleza sin rebeldía, que la política puede ser un acto de amor y que los pobres no son un tema, son una urgencia.
Leí Mi Mensaje como si fuera un testamento, una carta privada escrita para mí. Cuando dice que no quiere elogios ni odios, que sólo quiere incendiar a los pueblos con el fuego de su corazón, sentí que hablaba desde mi pecho. Que hablaba con mi pecho.
Yo también quiero demasiado. A los descamisados, a las mujeres de mi país, a los laburantes, a los que luchan y a los que ya no tienen fuerzas. Coincidimos en eso. En querer demasiado, en que nos duela demasiado. Y en que la verdad no es una teoría, sino una herida abierta.
Me reconozco en esa mujer que prestó su cara para cuidar su corazón. Yo también sonreí entre farsas, me dejé poner las joyas de cartón, jugué a ser lo que no era, sólo para volver con algo para decir. Con algo para dar.
Evita no se dejó deslumbrar. Yo tampoco. Me puede gustar el escenario, la cámara, el lente, pero donde más brillo es en la calle. Y eso lo aprendí de ella.
En su cumpleaños, le hablo como a una hermana. Porque somos del mismo barro y del mismo fuego. Porque nos parió la misma injusticia y nos levanta la misma esperanza. Porque ella dijo lo que yo también quiero decir: que no hay gloria más alta que ser parte de los que luchan, y que no hay descanso hasta que todas, todos, todes tengamos sol y cielo.
Gracias, Evita. Por decirnos la verdad. Por no quedarte arriba. Por volver.
Evita no se murió, se multiplicó en cada turra que no se calla.
Publicado en el semanario El Eslabón del 10/05/25
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