Los dueños de tu vida

A lo largo de nuestra historia podemos encontrar momentos recurrentes en los que los dueños del poder económico fueron quedándose con una porción cada vez más grande de la torta. Sin embargo, no es un proceso lineal sino una disputa entre diferentes sectores, ya sean del capital, del trabajo y del Estado. Recordemos que las grandes extensiones de tierras que le dieron forma a nuestra oligarquía terrateniente agroexportadora de materias primas, se desarrollaron sobre el genocidio de nuestros pueblos originarios. 

Los perjudicados por el esquema productivo del país siempre fueron las y los trabajadores, los pequeños y medianos productores, las pequeñas y medianas industrias que son quienes generan la mayor cantidad de empleo y a quienes el esquema neoliberal, en base al endeudamiento y la concentración, funden sistemáticamente cada vez que están en el poder. Esta oligarquía es responsable de las represiones más salvajes, de genocidios, de torturas y de someter a la población a hambrunas y epidemias evitables por su propia avaricia y mezquindad.

Esta oligarquía compuesta por familias de apellido compuesto, construyeron diferentes estrategias para manejar el poder. A veces directamente, con partidos conservadores, tanto en el ejecutivo como en la Cámara de Diputados y Senadores, legislando y votando leyes de intereses sectoriales. Otras, indirectamente, al ocupar lugares estratégicos en la Justicia, en las Fuerzas Armadas y en organismos del Estado, como funcionarios de carrera. Entendieron perfectamente que mantener el poder significa ser un pulpo que utiliza al Estado para generar condiciones para la reproducción del capital y limitar la acción reivindicativa de los derechos de los laburantes. Los gobiernos populares, en cambio, intentaron generar un crecimiento económico basado en la industrialización por sustitución de importaciones.

El neoliberalismo generó las condiciones, a través del lobby, de la manipulación cultural. A través del cine, primero; la televisión, después, y en las dos últimas décadas a través de las tecnologías digitales, logró instalar un imaginario social que tiene como fundamento el individualismo, la competencia muchas veces desleal, el consumismo exacerbado y una serie de estereotipos que abarcan todos los aspectos de las vidas de las personas, desde su rol como trabajador que no debe cuestionar nada, a su rol como marido, como padre, como jefe o incluso como amigo. Se nos fueron inculcando una serie de preceptos que se fueron ajustando históricamente en base a las necesidades del poder económico real.

Hoy nos encontramos ante una estructura de poder económica que es fragmentada, dinámica y altamente concentrada, con una relación compleja entre actores nacionales y extranjeros. En primer lugar, tenemos grupos que son holding, una empresa matriz que maneja a otras empresas de diferentes rubros. En este sector podemos encontrar a Techint (Paolo Rocca), que diversifica sus empresas entre siderurgia, energía, construcción, salud y el 60 por ciento del gas natural no convencional de Vaca Muerta. El grupo Clarín, que tiene empresas en los rubros de telecomunicaciones, agricultura, y la capacidad de establecer agenda mediática. El Grupo Perez Companc, que participa en energía, petróleo y finanzas. Arcor, que es el mayor productor mundial de caramelos, con exportaciones a 150 países.

En la agroindustria, entre Ledesma (Familia Blaquier), que controla el 80 por ciento del mercado de azúcar; la aceitera Deheza (Familia Urquía), que procesa el 20 por ciento de la soja argentina, o Molinos Ríos de La Plata, que es líder en harina, aceite y biocombustibles. Además, hay que tener en cuenta las corporaciones globales que operan en el plano nacional. La estadounidense Cargill, con 25 plantas y puerto propio en el cordón industrial. Bunge, que exporta el 15 por ciento de los cereales; o Cofco, que es china y la dueña de Nidera y Noble Agri, que manejan el 10 por ciento del comercio mundial de granos. El grupo Whertein es otro de los que participa de la agroindustria, además de finanzas, telecomunicaciones, seguros y bebidas. A esto podemos sumarles las familias tradicionales como los Anchorena, terratenientes, y los Braun, dedicados a las bebidas. En el sector de minería, operan en el país la Barrick Gold, que extrae oro en Veladero, y Glencore, que se dedica al litio y al cobre. 

Como si la concentración de capitales fuera poca, en la industria y los servicios nos encontramos con los sectores financieros especulativos. Para comenzar, el FMI, que supervisa las políticas públicas en función de los préstamos que brinda a los diferentes países que automáticamente dejan de estar en vías de desarrollo. Todas las medidas propuestas por dicho organismo tienden a cercenar el gasto público en derechos de la ciudadanía para favorecer la especulación y la recesión. Los fondos buitre, como Elliot Management, de Paul Singer; o Aurelius, de Marck Brodsky, funcionan con la compra de títulos de la deuda pública en default a un 20 por ciento del valor nominal, presentan demandas en New York, ejercen presión para cobrar, y terminan haciendo acuerdos millonarios cuando los gobiernos de los países son netamente neoliberales, como fue el caso de Macri en 2016.

Estos grupos, detrás de los cuales hay familias y personajes siniestros, son los verdaderos responsables de la situación económica en la que nos encontramos. Los políticos que trabajan para ellos, como Milei, los jueces de la Suprema Corte, los legisladores del Pro y de La Libertad Avanza, Patricia Bullrich, son sólo sus empleados, quienes deben llevar adelante esa disputa de poder que ellos van pergeñando desde las sombras. No es la política y el sindicalismo los que están corruptos, es algún sector de ambos que trabajan para los mismos dueños que se apoderan de las riquezas, de los sueños y de la vida de millones de argentinos.

Publicado en el semanario El Eslabón del 07/06/25

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