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Quiero ganar la primera

El periodista Ezequiel Fernández Moores pensó la figura de César Luis Menotti y la hizo libro. Devotos y detractores, sabiduría y polémicas. “Las contradicciones –dice el autor– son la sal de las historias”.

fecha 16 de Abril, 2025

El periodista Ezequiel Fernández Moores pensó la figura de César Luis Menotti y la hizo libro. Devotos y detractores, sabiduría y polémicas. “Las contradicciones –dice el autor– son la sal de las historias”.

Cito se arroja al piso. Las balas pican cerca. Su casa tiene anexado un local que hace de Unidad Básica. Rosario, donde vive, es aún “la capital del peronismo”, como la definió alguna vez su líder, Juan Domingo Perón. A sus 12 años, Cito le mandó una carta al entonces Presidente. Cuando cayó en el 55, producto de un golpe de Estado, escribió en alguna pared “Perón Vuelve”. Al año siguiente, ya con 18 años, empezó a militar en el Partido Comunista. 

Cito (por Cesarcito) dejó en Fisherton, su barrio natal, ese apodo. En 1971 ya es César Luis Menotti, un joven DT que cena con amigos en un bar porteño. Osado, les dice que será campeón con Huracán, su flamante club, y que dirigirá la Selección Argentina. “La selección campeona del mundo me va a tener de técnico a mí”. Unos se ríen, otros se paran y se van. “Esto ya es demasiado”.

La escena pertenece a Menotti, el primero. Historia del técnico que refundó la Selección, del periodista Ezequiel Fernández Moores, pluma célebre del diario La Nación. El libro comienza con el golpe del 24 de marzo de 1976, incómodo para el Flaco. “Siempre le costó hablar públicamente del tema”, reconoce el escritor en una entrevista con este medio.

Además del Menotti politizado, en estas páginas también está el Menotti futbolero, el que marcó un antes y un después en la Selección, sus peleas con Bilardo y el bilardismo, y el legado que dejó en el actual cuerpo técnico.

El Gordo Muñoz y el Flaco

El relator José María Muñoz, tras una excursión por el campo de concentración nazi de Auschwitz, le avisa a Menotti del golpe de Estado en Argentina. La Selección está en Polonia para un amistoso contra los locales. Entre la catarata de prohibiciones con que arrancó la dictadura, hubo una excepción: la transmisión de ese partido. 

Al Flaco le sorprende poco la noticia. Al rato, vuelve a poner su cabeza en la cancha. “Lamentablemente era natural un golpe de Estado. Era el cuarto en 22 años, no era una cosa anómala. Toda la región estaba llena de dictaduras militares”, aclara Fernández Moores. “Con ojos de hoy, es un escándalo, nos resulta inconcebible, pero con ojos del 76 no”.

Al cargo llegó gracias al Huracán del 73, un equipo campeón que vence al tiempo y al olvido. En la mesa chica que lo designó DT de la Selección al año siguiente de ese título con el Globo, estaba –además de David Bracuto, presidente de la AFA y de Huracán– Lorenzo Miguel, líder histórico de la UOM, hombre de la derecha peronista. Meses antes del Mundial Alemania 74, ya lo había pedido el tenebroso José López Rega, creador de la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina).

Pero en marzo del 76, el Flaco estaba a mitad de camino de su sueño. Y ese año, remarca Ezequiel, “era imposible predecir que iba a ser el más sangriento golpe de Estado en la Argentina”. De todas maneras, a su regreso al país –del que partieron en democracia y volvieron en dictadura– el entrenador presentó su renuncia, rechazada por el nuevo titular de la AFA, Alfredo Cantilo.

El nacimiento de una pasión

Fernández Moores puede responder que empezó este libro hace 7 meses, cuando la editorial Sudamericana se lo propuso tras leer una nota suya de cuando murió Menotti, el 5 de mayo de 2024. Aunque también puede decir que al libro lo comenzó en el 78. Ese año del primer título mundialista argentino significó para él, además, su inicio como periodista. Y ese certamen, su primera gran cobertura. 

“En verdad no tenía previsto escribirlo, pero había una cuenta ahí en blanco”. Unas 200 páginas salidas de su Olivetti esperaban ser libro desde 1982 cuando arrancó con su idea de contar el Mundial en dictadura. Problemas familiares, como la salud de su papá, postergaron la idea poco más de un año. “Cuando lo quise retomar”, cuenta, “ya había cambiado el clima y sentí que era muy fácil pegarle a la dictadura”. Sobre ese Mundial hizo documentales e innumerables notas y artículos. Pero nunca un libro. “De alguna manera, el Flaco me permitió retomar eso, aunque más personalizado en él, claramente”.

Foto: Pedro Pérez | Tiempo Argentino

Reconocidas sus columnas de los miércoles en el diario La Nación, la nota-embrión de este libro, sin embargo, fue publicada en el Diario Ar. Allí intentó meterse en la cabeza del Flaco, hombre de izquierda, politizado como ningún otro DT de la Selección, y la posibilidad de ser campeón en la Argentina de Videla. “Qué debate habrá tenido esa cabeza política”.

Ahora admite que “la pregunta que yo me hacía sobre eso era en realidad un prejuicio, porque a medida que fui avanzando con las entrevistas con gente cercana a él, comprobé que si hubo debate (seguramente algo hubo), fue interno”. Pero como se lo había anticipado a sus amigos en aquella cena, “no tenía dudas de que él quería ser campeón del mundo con Argentina”, dice Ezequiel. 

El más humano de los técnicos

Si las contradicciones son moneda corriente entre los hombres y mujeres, en tipos verborrágicos como César Menotti, que “prefería polemizar a tener razón”, eso se transformó en una marca. De repudiar el golpe a Perón a saludar a Horacio Mayorga (era amigo del hijo), golpista del 55 e involucrado en la Masacre de Trelew. De esconder/proteger a una militante, a noches de charlas y whisky con Galtieri. De firmar una solicitada contra la dictadura en pleno horror a desearle “éxitos” a Videla en su gestión (aunque luego se arrepentirá de decir “esa pelotudez”). Rechazó las SAD, pero antes le alcanzó un proyecto de ese tipo al Menem presidente. Y si de cercanías al peronismo se trata, coqueteó con Duhalde, de derecha, y fue opositor a los Kirchner, de izquierda. 

“Tenía algo que le fascinaba”, empieza Fernández Moores, y sigue: “El mundo de la aristocracia, en ciertas cosas. Había algo de conservadurismo político que le atraía, evidentemente. Era un tipo al que le gustaba el poder, y con esto no quiero ser despectivo. Le gustaba conducir. Y sentía que había más cercanía para conducir con los que estaban en el poder. Y si eran de derecha, le interesaba. No le sacaba para nada la jeta al tema”.

Pero hablar de la dictadura y de sus actitudes le resultaba incómodo, lo fastidiaba. “Sentía que se ponía a la defensiva de algo por lo que no tenía por qué ponerse a la defensiva”, dice el cronista, e intenta entender: “Yo no lo veía así, de que se tuviese que poner a la defensiva. Sí, me interesaba porque era una cabeza privilegiada la del Flaco, una cabeza interesante, un tipo que amaba el debate y la polémica, entonces por qué no hablar de eso, sin golpes bajos. Pero él creía que tenía que dar explicaciones por algo que no tenía porqué explicar. «Todos se quedaron con sus puestos de laburo, y el mío era ser DT de la Selección», decía”. 

Así se negó al abrazo que realizaron en 2008 organismos de derechos humanos y los campeones del 78, con un partido desagravio en el Monumental. Sólo tres jugadores asistieron. Menotti no fue, y desalentó a que vayan. “Creo que él pensaba «por qué tengo que abrazarme si yo nunca le quité los brazos a nadie»”.

¿Menotti bilardista?

Sin entrar en lugares comunes ni debates ya trillados, el autor también se mete en la histórica pelea Menotti-Bilardo, de acaloradas discusiones entre sus protagonistas, en la prensa y en charlas futboleras. Aunque más atraído por la figura del Flaco (“la de Bilardo me parecía divertida, bizarra”) Fernández Moores no se embanderó en esa vieja pelea entre colegas. Tampoco le gusta la expresión “ser neutral” para describir su postura. “Puedo ver los costados, los puntos críticos del menottismo”. Y su libro es un ejemplo de eso. 

Foto: El Eslabón/Redacción Rosario

También hay datos graciosos, que muestran a un Menotti cabulero. Defensor de la disciplina, más cercano en los 70 al orden de la selección alemana que a la artística Naranja Mecánica. “Él concebía el fútbol como un orden colectivo. Hay que ordenarse para la aventura. Esto no va en desmedro de todo lo otro, de atacar, del juego asociado. Son complementarias. Lo que pasa es que nosotros, posiblemente, jugando con las antinomias, con las simplificaciones a veces inevitables del periodismo, nos recostamos mucho en el lado con el que se lo identificaba a Menotti históricamente. Es una comodidad nuestra, por una parte, y también porque el Flaco alimentó eso”.

En lo que es una respuesta, pero también podría ser una clase de periodismo, Ezequiel Fernández Moores cierra: “Como narrador, como periodista, no creo en las historias lineales. Todas las historias suben, bajan, tienen sus lagunas. Las contradicciones son la sal de las historias. Porque son humanas, no porque sean criticables. Son simplemente humanas. No escribí un libro sobre un asesino serial, escribí un libro sobre un tipo que amó el fútbol”.

Rosario siempre estuvo

Autor de Díganme Ringo, Breve historia del deporte argentino y Juego, luego existo, Ezequiel Fernández Moores usa herramientas del deporte para pensar realidades políticas, sociales y culturales. Dueño de la biblioteca deportiva más grande del país, guarda entre sus joyas el libro Tore wie gemalt (Gol pintado). Javier Cáceres, su autor –chileno y periodista en Alemania– les hizo dibujar a renombrados futbolistas su gol favorito. El Flaco Menotti eligió (y dibujó) uno que le hizo a Amadeo Carrizo en 1963. Aquel tanto no sólo permitió que Rosario Central le gane a River 1 a 0. También ganó una fortuna en una apuesta, cuando aún no eran dañinas como las de ahora.

En su testimonio para Menotti, el primero, Ángel Cappa habla sobre la importancia del fútbol de Rosario en el ADN del Flaco. Ya jugador de Boca, la Bombonera lo aplaudió por tirarse al piso y recuperar una pelota. El diariero que lo conocía de pibe, lo reprobó mientras le vendía El Gráfico: “¿Ahora vos también te tirás a los pies?”

“El fútbol rosarino le significaba en términos de cultura futbolera, en lo que podríamos simplificar como La Nuestra: pelota al piso, juego asociado, toque, la pelota es mía, no la comparto, no la divido. Todo eso el Flaco lo mamó, lo incorporó de ahí. Y fue clave para explicar después al Menotti técnico”. Esa filosofía futbolística no sólo es propiedad rosarina, ni argentina. También en Alemania, Italia y España es muy querido.

Para Menotti, el jugador de todos los tiempos fue Pelé. Maradona, siempre celoso del brasileño y excluido del 78, sin embargo, aseguró: “Si tengo que elegir un solo DT, es el Flaco. Te convence con dos palabras”. Y varios testimonios coincidirán en el libro. Discurso “mezcla de calle y academia”. Entrevistas de hasta cinco horas, Fernández Moores acepta: “Era un gran seductor. Y un gran predicador del fútbol”.

Publicado en el semanario El Eslabón del 12/04/25

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