Santa Fe y su pedagogía del ajuste

Figuremos uno de los primeros grados de cualquier aula primaria santafesina: el espacio, la disposición de las mesas y sillas, si tiene láminas que la decoran, cortinas, si su pizarrón es verde o negro, si tiene libros, si las ventanas dan al patio, si entra el sol o miran hacia una galería. Y lo más importante de ese salón de clases: las niñas y los niños que lo habitan. 

Está Lucas, que llega todos los días de la mano de su mamá; Emi, que se aburre rápido y espera el recreo más que nadie; Sofía, que siempre se enoja porque se le pierden los útiles muy seguido… Y así se podría nombrar y contar un poco de cada una de estas vidas escolares, y más también. 

En las aulas, en las escuelas, todo se hace en plural: enseñamos, aprendemos, jugamos, compartimos, nos equivocamos y nos alegramos con cada logro. Las dificultades se convierten en un nosotros y las diferencias en oportunidades de aprendizaje: de contenidos y de valores. Y, si eso no pasa, seguro habrá una buena maestra y un mejor equipo de directivas dispuestas a que suceda.

No es fácil sostener esta escuela que se escribe en plural, mucho menos en tiempos del “sálvese quien pueda”, de la búsqueda frenética de “evidencias” de resultados (término que está de moda), de aprendizajes envasados y pruebas estandarizadas que borran las identidades de las infancias, y ya no es sólo una cuestión de nombres propios. En fin, de tiempos en que el Estado se corre de lugar para darle paso al mercado educativo. 

A fines de 2024, el Ministerio de Educación de Santa Fe tomó una prueba de “fluidez lectora” a más de 50 mil chicas y chicos de segundo grado, que consistía en leer palabras sueltas (dispuestas en una especie de planilla) y un texto breve, sobre el que luego se hicieron tres preguntas de “comprensión lectora”. La prueba la tomaba una maestra que no era la del grado y en forma individual. Una a una iban pasando las nenas y los nenes a un salón dispuesto para esa prueba. El examen en cuestión contabilizó las palabras “bien leídas”. 

Los resultados de estas evaluaciones se conocieron en mayo de este año: “Sólo 1 de 4 alumnos de primaria lee bien y la Provincia alerta sobre una «catástrofe educativa»”, sentenció el gobierno de Santa Fe sobre la novedad. 

Al día siguiente de esa noticia, anunciaba una serie de medidas para paliar esa “catástrofe” sobre la que a gusto se explayó el ministro de Educación, José Goity. Abarcaba capacitación docente en la cuestión (presencial, paga y fuera del horario laboral), materiales y clases de apoyo para las y los alumnos que no pasaron esa evaluación de lectura.

La evaluación es parte de lo que propone el Plan de alfabetización santafesino Raíz, diseñado y sostenido por fundaciones como la Pérez Companc y el Instituto Natura. Un plan en el que las opiniones expertas de las docentes santafesinas no tienen ni voz ni voto, pero que sí se ajusta a la Campaña nacional de alfabetización que publicita la Secretaría de Educación del gobierno de Javier Milei.

La prueba santafesina se acerca muy bien a la idea libertaria de aplicar en el país “una serie de evaluaciones internacionales adaptadas a la Argentina que se llaman Egra (significa Early Grade Reading Assessment, es decir, evaluación de lectura de los primeros grados)”, según las palabras del secretario de Educación nacional, Carlos Torrendell. Estas pruebas son orales y miden con un cronómetro en mano cuántos aciertos hizo cada alumna y alumno, al “reconocer las letras, leer palabras simples e identificar los fonemas con los que empieza una palabra”. La famosa Egra fue elaborada en 2006 por el Research Triangle Institute (RTI), financiada por la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid) y el Banco Mundial.

Estigmatizar para ajustar

Esta vez el Ministerio de Educación a cargo de Goity y dirigido por el gobernador Maximiliano Pullaro dio un paso más en su pedagogía del ajuste y en su afán de hacer un “sistema educativo eficiente” (aunque eso signifique maestras trabajando enfermas para no perder el presentismo salarial). Creó el Programa de apoyo a la alfabetización para las y los chicos que no pasaron la evaluación santafesina de lectura. 

El plan consiste –entre otras medidas– en “tutorías personalizadas durante 20 minutos, dos veces por semana en el ámbito escolar (se retira al alumno del aula)”. La aplicación de estas tutorías significa que cada niña o niño que no leyó bien según los parámetros de estas evaluaciones serán sacados del aula, para practicar –siempre en horario escolar– esa lectura en un lugar aparte. En esta perspectiva, sólo falta que les hagan llevar un cartelito en la frente que diga: “No sé leer”. 

Un acto de estigmatización, rotulación de las y los alumnos; a romper ese nosotros necesario para aprender y convivir. Un gran retroceso para la educación santafesina. 

No es todo. En su afán de hacer “eficiente” al Estado, el Ministerio de Educación provincial asignó las tutorías a “docentes en tareas diferentes”, es decir, a quienes por distintas razones de salud no pueden estar frente a un aula. 

Desde Amsafé provincial cuestionaron las evaluaciones y el programa “para salir de la catástrofe” que anuncia Goity. Alertan sobre la idea de retirar a las niñas y a los niños del aula para que reciban una clase aparte. “Esta medida, además de ser pedagógicamente discutible, resulta estigmatizante, ya que separa a los estudiantes de sus compañeros, compañeras y docentes”, advierten.

Y denuncian que dar esta tarea a docentes “cuyas funciones actuales han sido definidas por Salud Laboral mediante una ficha lesiográfica” significa “claramente una modificación del contrato laboral”, ya que se obliga a estas maestras “a asumir tareas que podrían afectar su salud, vulnera sus derechos y desconoce las limitaciones establecidas formalmente”.

“Tampoco se comprende el fundamento pedagógico de esta medida –dicen desde Amsafé– que, una vez más, ha sido decidida de manera unilateral, sin consulta ni participación de quienes sostienen cotidianamente la educación en Santa Fe”.

La comunidad del mercado

A principios de junio el ministro Goity celebraba por las redes sociales haber participado junto a otros “ministros y secretarios de Educación de Latinoamérica dos jornadas de intercambio de experiencias educativas”, en el marco de la IV Experiencia En Foco de la Comunidad Araucaria realizada en Bogotá (Colombia). 

“Estos encuentros nos permiten conocer los retos de toda la región y compartir los logros en temas de calidad educativa”, afirma Goity y agradece a “la Fundación Varkey y a su director Agustín Porres por promover estas instancias”. Además de subrayar que “Comunidad Araucaria es una potente red de ministros y secretarios de educación que impulsa la transformación educativa”.

Comunidad Araucaria es impulsada por la Fundación Varkey y se presenta en la página oficial como “una comunidad de ministros y secretarios de Educación en América Latina que busca generar y fortalecer vínculos, acercar a los actores educativos globales y explorar los sistemas locales”. 

La gestión actual de Educación provincial ya viene haciendo migas con la Fundación Varkey desde el año pasado, cuando comenzó un ciclo de formación docente sobre Comunidades de Aprendizaje y Aprendizajes Basados en Proyectos (ABP). Un ciclo diseñado y controlado desde este organismo y con cero participación del magisterio.

Publicado en el semanario El Eslabón del 21/06/25

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