Vencedores vencidos

La Plaza de Mayo volvió a ser epicentro de una movilización multitudinaria, esta vez para repudiar el fallo injusto contra Cristina Fernández de Kirchner. Crónica de otra jornada histórica.

Asoma un frío húmedo en la noche rosarina del martes 17 de junio. Hace una semana, la Corte Suprema de Justicia de la Nación ratificó la condena sin pruebas a Cristina Fernández de Kirchner (CFK) y en todo el país hubo manifestaciones en repudio que superaron en número a los profetas del odio, quienes salieron a tocar bocina sin siquiera una canción capaz de contener el júbilo artificial. Muchos lo hicieron desde autos con patentes comenzadas en G, H, I, J, ¡K!, L, M o N, indicios de modelos adquiridos durante sus gobiernos.

Ahora, los soldados de Perón se enfilan en distintos puntos de Rosario y de Argentina para subir a los colectivos que agotarán la distancia con la conductora del peronismo. Mañana saldrán también vehículos particulares, hoy la militancia se amotina detrás de su escudo de organización solidaria. 

Dios atiende en Buenos Aires; en sus locales espera el grueso de las tropas. La Diosa atenderá en Buenos Aires, desde el único lugar que la dejarán atender a partir de mañana, pero hacia todas partes.

La mayoría aprovecha el viaje para dormir, a sabiendas de que la jornada histórica será muy demandante. Los bondis despegan con sincronización y se esperan en el trayecto para mantener la sintonía sin perderse de vista. Arriban de madrugada y aguardan por el sol, que trae bajo su manga la apertura de los bares.

Desayunan y se abrigan. Se alistan para asistir a la convocatoria espontánea, acaso espiritual, de su santa. Grupos espaciados emprenden recorridos hasta las inmediaciones de San José 1111, actual domicilio de la presidenta del Partido Justicialista. Allí reside con su hija, Florencia Kirchner.

La Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) está más agitada de lo habitual, incluso más alterada que durante tantos otros días de marchas masivas. Miles de personas, con intermitencia, se acercan a la residencia de la dos veces Presidenta mandato cumplido. Flamean banderas celestes y blancas. Sacan a relucir un inmenso inventario de simbología patriótica.

Los pasacalles enmarcan la ochava efusiva: “Siempre con Cristina”, “El deporte con Cristina”, “Cristina es cultura popular”, “Presa por jubilar a tu vieja”, entre otros. La masa ruge un amplio repertorio de cánticos cortos y largos, CFK no se asoma. La cúpula dirigencial asegura que por una semana ni saldrá. Pero la premisa de su presencia detrás de esa ventana de madera con vidrio es suficiente para que sus devotas y devotos se acurruquen en la esquina. Ella baila con todos y con todas, incluso cuando no se ve.

En el edificio de enfrente, sobre San José, una catarata de fotoperiodistas inunda las escaleras externas ni bien consigue autorización. Emergen por la construcción hasta que las cámaras brotan por su perímetro y capturan todo lo que pueden en poco tiempo: rondas materas, brazos en arengas, conversaciones, trapos, santuarios, los mismos pasacalles pero en ángulo picado, gazebos humeantes que desprenden olor a choripán, diversa paleta de colores en los condimentos disponibles.

Un vendedor exclama que no sólo vende chori, sino que también lo troca por marihuana, y así desata risas linderas a falta de yuyo hilarante. A media cuadra, una voz de locutora promete desde una radio rodante que dentro de pocos minutos llegará Víctor Hugo Morales.

La escuadra de gratitud humanista sigue escoltando a CFK entre grafitis y pegatinas. Ciertos montoncitos de gente discuten aún de política, otros se desprenden de la muchedumbre rumbo a la siguiente locación de este film de imagen exquisita que monta la comunidad organizada: Plaza de Mayo. Una pausa para almorzar y a seguir. Acá no se rinde nadie. Los ojos tristes del martes de la semana pasada son los entusiastas de hoy.

La tocaron a Cristina y, por fin, qué quilombo se armó. Vencedores vencidos.

Todavía no son las dos de la tarde y ya no hay lugar para ninguna columna más en el ágora peronista por excelencia. Se filtran por los costados quienes no quieren perderse esa vista y avanzan tan rápido como es posible en el cuello de botella de la vereda de Avenida de Mayo.

El 25 de Mayo de 2023, la persona más votada después de Perón había hablado por última vez ahí, en su hábitat natural. Y podría haber sido definitivamente la última, pero la tenacidad del gran pueblo argentino le dio revancha, motorizado por sus pedidos de justicia: “Para Cristina, la libertad; para los jueces, la condena popular”, “Cristina presidenta”, “Corte Suprema, la puta que te parió”, y otros sustantivos propios entremezclados. Hacer caer la proscripción es el objetivo a mediano plazo, la agenda kirchnerista probablemente gire en torno a eso en los próximos meses. Para llegar a esa meta hay mojones y la unidad –no ya sólo del justicialismo sino además del campo nacional y popular– parece uno de ellos, posta y punta de lanza.

El gorilaje vuelve a subestimar al pueblo y se erra un gol sin arquero por sobrador. Por no saber interpretar el sentir popular por fuera del juego electoral, revive al Movimiento Nacional Justicialista.

Dos años y pico después, la lideresa de la Patria retoma su destino juglar. Calla CABA, habla Ella, la Jefa.

Está vez en forma de audio, así como Juan Domingo Perón mandaba casetes desde el exilio. El peronismo es un síntoma: por mucho que intenten acallarlo no podrán evitar su devenir. Espléndida, magnífica, sintomática. Presa de mi amor, a su vez preso de tu ilusión, la heroína romántica demuestra una vez más su conducción. El peronismo se recicla. Todavía sirve. Y mejor: funciona. Pese a toda opresión, todavía escribe en la historia su página mejor.

La escuchan propios y ajenos. No conforme con su aparición sonora, irrumpe al instante en vivo y en directo. La metieron presa sin pruebas, le otorgaron prisión domiciliaria sin opción, le besaron el balcón con envidiosa desesperación, le soltaron la mano por traición, la intentaron matar con impúdica perversión, le acotaron la lista de visitas por terror a más desbordes populares del amor, a más resistencia peronista con organización. Aunque, técnicamente, la finalidad de la pena sea la reinserción social; este mamarracho judicial condena políticamente a quien hizo feliz al pueblo y muestra la hilacha: nada más le importa el castigo y las imágenes morbosas que logren representarlo. Argentina con Cristina ataca de contragolpe para poner las calles al servicio de la belleza, que ahora escuchan “Todo preso es político” por donde hace minutos pasó su voz.

No contaban con su astucia, esa viveza criolla que ahora dibuja sonrisas en el millón de compatriotas que la vino a acompañar con la percepción sensorial posible. Hecha la trampa, hecha la ley: la Yegua ya no necesita mostrarse en público para congregar a una épica multitud millonaria. Cristina es ubicua porque cuenta con el amor del Pueblo, que es para siempre, donde sea, como sea, y que siempre vuelve.

Publicado en el semanario El Eslabón del 21/06/25

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