Somos de las Gloriosas
El periodista Andrés Pando reunió para un libro a 20 mujeres que hicieron historia en sus disciplinas. Entre ellas, las rosarinas Yanina Martínez, Luciana Aymar, Cecilia Carranza Saroli y Mary Terán de Weiss.
El periodista Andrés Pando reunió para un libro a 20 mujeres que hicieron historia en sus disciplinas. Entre ellas, las rosarinas Yanina Martínez, Luciana Aymar, Cecilia Carranza Saroli y Mary Terán de Weiss.
En Gloriosas. Mujeres que hicieron historia en el deporte argentino (Ediciones Al Arco) de Andrés Pando se puede leer mucho más que 20 biografías de atletas y jugadoras. Las dificultades por la condición de género, de antes y de ahora: la pionera Jeanette Campbell entre todos los hombres, a los últimos Juegos de la paridad en los que compitió su par Daniela Giménez; del anonimato y reconocimiento tardío de Elba Selva (goleadora ante Inglaterra en el Azteca) a Macarena Sánchez, que luchó por los derechos de las futbolistas.
La importancia de siempre de los clubes de barrio y los espacios deportivos estatales, fábricas de la mayoría de las protagonistas de este libro. Y como dice su autor en diálogo con este medio, en estas páginas, “más allá de logros deportivos en cada disciplina”, hay historias de mujeres deportistas que “rompieron barreras, que dejaron huellas para las futuras generaciones”.
Ex Olé y actualmente en ESPN, este periodista deportivo se sumergió en las vidas y obras de estas atletas. “Van recordando sus carreras, cómo fueron sus comienzos, qué fue lo más difícil para ellas dentro de esa carrera, y sobre todo las barreras que tuvieron que ir superando en algunos deportes que son más de hombres. Prejuicios, discriminación, bullying. Es el mensaje que deja el libro para cualquier mujer deportista que está empezando”.
Corre Yanina, corre
A días de viajar a Río de Janeiro para disputar los Juegos Paralímpicos 2016, a Yanina Martínez le tantearon sus nervios y expectativas de medalla. Pero su respuesta fue sin vueltas: “Voy, corro y listo”. Hija de los Juegos Evita (compitió en las ediciones 2007 y 2008), nació con una cuadriplejia moderada, que proviene de una parálisis cerebral y afecta a sus cuatro miembros. Y recién a los 4 años pudo caminar sola, sin la ayuda del andador. Quizá jamás pensó que serían justamente sus pies y sus piernas las que la llevarían a colgarse la medalla de oro en Río, en los 100 metros planos T36.
El autor dice que el caso de esta referente del atletismo adaptado “es increíble”, porque su mamá la llevó a natación, con 11 años, pero por falta de cupos la inscribió para correr en el Estadio Municipal de Rosario. Su camino coincidió con un Martín Arroyo recién recibido de profe de Educación Física. “Fue su entrenador y la formó como atleta. La vio crecer desde el primer día hasta verla llegar a lo máximo”.
Lucha y gana
¿Qué deporte hacés?, le preguntaban en la madrugada los pasajeros del micro que veían todas las semanas subir a una joven Luciana Aymar con el palo con forma de J, al que luego convertiría en “la varita de un mago” al decir de Pando. Largos y agotadores viajes desde su Rosario natal hacia el Cenard de Buenos Aires. Llegar y entrenar, sin escala. Y alguna vez, hasta debió volverse a dedo por falta de pasajes en la terminal de ómnibus de Retiro.
Probó natación, patín, tenis y danza. Pero se quedó con el hockey. En Gloriosas se lee que en sus inicios fue arquera, y que en el Club Atlético Fisherton viajaban a otras canchas de la ciudad en un camión frigorífico.
Sus comienzos en Las Leonas coincidieron con las coberturas que Andrés hacía para el diario Olé. “Siempre mantuvimos contactos por cuestiones periodísticas, y ahora la volví a contactar para el libro”, revela el autor, al que le parece “increíble” que haya pasado de ser una joven deportista anónima a ser ocho veces la mejor jugadora del mundo. “Es la mejor jugadora de la historia. Se terminó convirtiendo en una leyenda del deporte mundial”.
Lo viejo funciona
En busca de asesoramiento para programar su futuro como regatista, Cecilia Carranza Saroli llamó al experimentado Santiago Lange, ya retirado del olimpismo. Pero más que consejos, recibió una propuesta: “¿Por qué no navegás conmigo?”. Se aproximaba Río 2016.

Los Juegos Olímpicos de Atenas en 2004 la agarraron en Bariloche, en pleno viaje de egresados. Salía de los boliches y se instalaba frente a la tele del hotel a mirar las regatas. Allí vio competir a este hombre que ahora se ofrecía como compañero en la categoría Nacra 17. Ya pasados los 50 años, confesó: “Todos pensaban que era una locura porque los barcos los hacen para gente más joven”. Pero funcionó. Y ni la operación por cáncer de pulmón a la que se sometió Lange a poco más de un año para los Juegos les impidió competir y quedarse con el oro. “Eso los hizo más fuertes”, resalta Pando, y añade: “Lo que más destaco de ella es su capacidad para trabajar y absorber todos los conocimientos de él, su experiencia. El compañerismo fue muy importante en la pareja para conseguir ese logro”.
La Mary
“A Evita no le perdonaban que fuera mujer. Conmigo no iban a ser menos”. Tenía mucha razón Mary Terán de Weiss, mujer de origen humilde, hija del bufetero del Rosario Rowing Club y peronista. Todas condiciones que iban a contramano del mundo del tenis de la época, el “deporte blanco” practicado por las elites masculinas. “Pero a fuerza de resultados –aporta el cronista y escritor– se terminó convirtiendo en una protagonista del circuito a nivel mundial”.
Vestimenta transgresora, Mary cambió las largas polleras por minifaldas. Los resultados la acompañaron hasta el golpe del 55, cuando la dictadura la despojó de títulos y bienes, y la sacó del circuito. Regresó a competir al país bajo el gobierno de Frondizi, pero el tenis hizo pesar su antiperonismo: sus rivales no se presentaban a los partidos.
Además de su virtud con la raqueta, el autor también la destaca como “una de las primeras defensoras del derecho de las mujeres, y su objetivo era que el tenis se convirtiera en un deporte popular, que tuviera más difusión, que más mujeres y más chicas se acercaran”.
Su nombre fue llevado al estadio ex Parque Roca de Buenos Aires, y a una calle rosarina que atraviesa el barrio La Cerámica.
Mujeres tenían que ser
En el centro de jubilados de General Rodríguez que frecuenta, la mujer levanta del piso la pelota de vóley con el pie y no con las manos como el resto de sus pares. Esa destreza, que no requiere de agacharse ni de usar las palmas, las sorprende.
Entre las muchas deportistas que hicieron historia, están las famosas, las reconocidas y también las anónimas, las que fueron rescatadas del olvido por diversos azares. Entre las últimas se destaca Elba Selva. Ninguna de sus compañeras del centro de jubilados sabía de los cuatro goles que le marcó a Inglaterra en 1971, en el estadio Azteca de México, en un mundial femenino no oficial.
“Hay muchas deportistas del libro en las que sus nombres salen automáticamente”, dice Andrés Pando, como los casos de la boxeadora Marcela Acuña, la Tigresa, la judoca Paula Pareto, la tenista Gabriela Sabatini, la futbolista Macarena Sánchez. Distinto a lo ocurrido con Elba Selva: “Esa historia estuvo muchos años oculta porque cuando ella volvió de ese mundial dejó de jugar. Además, es perfil bajo, nunca le interesó la fama, ni los medios”. Pero aunque tarde, el reconocimiento llegó. “E hizo historia para el deporte argentino”, destaca el autor.
Publicado en el semanario El Eslabón del 24/05/25
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