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Caza de brujas: Nueva temporada

La embestida autoritaria de la administración del magnate contra los derechos humanos, la democracia y la Constitución es mucho más brutal que en su primer mandato. Los opositores denuncian que “es peor que el macartismo”.

fecha 28 de Mayo, 2025

La embestida autoritaria de la administración del magnate contra los derechos humanos, la democracia y la Constitución es mucho más brutal que en su primer mandato. Los opositores denuncian que “es peor que el macartismo”. Y señalan que “va a empeorar”.

Buena parte de la población estadounidense, y cada vez más periodistas, analistas, docentes y especialistas, califican el segundo mandato de Donald Trump como “autoritario”, “fascista” o “neofascista” (entre otras denominaciones) y lo comparan con las persecuciones del macartismo y de la Alemania nazi. Efectivamente, y más allá de los diferentes contextos históricos en que cada proceso se produjo, es idéntica la forma en que se crean enemigos internos para justificar la quita de derechos a las grandes mayorías, la violencia sin límites que viene desde arriba, la intolerancia, el rechazo, y hasta la destrucción de quien se atreva a pensar distinto. Y nadie está a salvo. Como la verdad no importa (cuánto más miente la derecha, mejor le va), cualquiera puede ser acusado de cualquier cosa. La Justicia está cooptada y comprada por el trumpismo y las corporaciones que lo bancan y financian, situación que deja a la ciudadanía en total indefensión.

La lista de enemigos internos construidos por el trumpismo incluye el comunismo, el socialismo, el colectivismo, la justicia social, el keynesianismo, el aborto, el estado de bienestar, los migrantes, los extranjeros, los feminismos, el movimiento LTGBIQ+, los movimientos sociales y las organizaciones no gubernamentales de todo tipo, los organismos de derechos humanos, los organismos multilaterales (la Organización de Naciones Unidas y la Organización Mundial de la Salud, por ejemplo, pero no el Fondo Monetario Internacional), entre otros, muchos otros. En verdad, toda otredad, todo aquel que no piense lo mismo, es considerado enemigo y es objeto de una amplia gama de violencias. 

La peligrosa alianza con Musk

“¿En qué coyunturas Elon Musk y Donald Trump, cada uno partiendo de un punto de partida distinto, forjan una nueva e hiperpeligrosa coalición? Pues bien, el refugiado afrikáner une una versión extrema del neoliberalismo a un impulso fascista de toma de control estatal, y el hombre naranja fascista, que exige un poder estatal sin restricciones y adora los aranceles, sin embargo, se alinea con los impulsos neoliberales para concentrar la riqueza, los ingresos y el poder de forma aún más extrema en las capas más altas de la sociedad. Juntos, persiguen lo que se conoce como fascismo oligopólico”, afirmó William E. Connolly en la nota titulada “Fighting the Neoliberal-Fascist Coup by Trump and Musk” (“Luchando contra el golpe de Estado neoliberal-fascista de Trump y Musk”), publicada en el sitio estadounidense Common Dreams

“El tiempo apremia cuando hay un intento fascista de toma de poder. Y Trump y Musk avanzan a un ritmo vertiginoso. Hay mucho en juego”, señala la bajada de la nota.

“Es más, si bien ambos creyeron en su momento la vieja teoría de Friedrich Hayek sobre cómo la desregulación del mercado asegura una economía robusta de crecimiento constante, hoy en día cada uno muestra signos evidentes de haber dejado de creer en la misma ideología que defiende. Musk lo hace mediante su proyecto de escapismo planetario y su obsesión por expulsar a los inspectores generales de las instituciones gubernamentales; Trump lo hace mediante sus constantes mentiras y la demonización beligerante de las personas vulnerables que discrepan con él. De hecho, cada uno alberga en su interior una voz menor que se desliza hacia la voz mayor del otro. Ambos creen ahora que el viejo orden que ha sustentado sus privilegios extremos sólo puede protegerse mediante métodos fascistas”, afirma Connolly.

“¿Y qué hay del fascismo? Pues bien, los movimientos fascistas buscan consolidar los estados capitalistas por nuevos medios en tiempos difíciles. Esto fue cierto incluso en el caso más extremo, cuando Hitler, en la Alemania nazi, protegió a los grandes industriales privados mientras atacaba a judíos, socialdemócratas, sindicatos, homosexuales, romaníes y comunistas. En Mein Kampf, los judíos fueron definidos como el «hilo conductor» que los unía, a socialdemócratas y comunistas, en una sola falange. Atacar a los judíos era, por lo tanto, atacar también a estas otras organizaciones y movimientos. El régimen fue erróneamente llamado «nacionalsocialismo»; una etiqueta más precisa sería «nacionalcapitalismo», un régimen económico de lucro privado en el que un estado fascista se convirtió en el definidor y regulador clave de la vida”, continúa el columnista.

“¿Cómo se desarrolla hoy en día la difusión del fascismo? Lo hace promulgando «grandes mentiras» para movilizar el odio en sus bases; fomentando una versión extrema del nacionalismo blanco y cristiano; saqueando las instituciones reguladoras estatales; intimidando a los medios de comunicación, los tribunales, los sindicatos, las localidades y las universidades; participar en golpes de Estado; movilizar milicias privadas para intimidar a sectores vulnerables de la población; tratar a los inmigrantes de color como personas inferiores y «viles»; y aliarse con otros estados autocráticos para debilitar la democracia y promover el gobierno oligárquico. De hecho, hoy Trump trata a los inmigrantes de color y a sus partidarios liberales como los hilos conductores que unen a todos sus enemigos. Y nunca reconoce cómo las mismas políticas que atacan el medio ambiente, que Trump promueve, aceleran las marchas desesperadas del Sur al Norte que él castiga con tanto fervor”, señala la nota del sitio estadounidense Common Dreams

Contra las universidades

“Una dimensión clave de la construcción simbólica del excepcionalismo estadounidense se erigió sobre la base de la legitimidad cultural sustentada en su sistema universitario. En el centro de ese dispositivo académico se destacaron los centros agrupados en la denominada Ivy League (Liga de la Hiedra), compuesta por ocho universidades privadas ubicadas en el nordeste de los Estados Unidos. Estas universidades son: Brown, Columbia, Cornell, Dartmouth, Harvard, Pensilvania, Princeton y Yale. En su conjunto, dichas unidades de Educación Superior cuentan con un caudal formidable de descubrimientos científicos, patentes de innovación tecnológica y distinciones científicas”, señala Jorge Elbaum en Página 12.

Elbaum considera que el ataque de la administración de Donald Trump contra las universidades es el síntoma del pánico contemporáneo que vive la derecha neofascista estadounidense frente a su nuevo espectro propio de esta época. “En forma similar a lo emprendido por (el senador por el Estado de Wisconsin, Joseph) McCarthy a mediados del siglo pasado, la reacción necesita asignar conspiradores internos para conectarlos con sus rivales externos. Esos sujetos peligrosos pueden ser migrantes, narcoterroristas, partidarios de los programas de Diversidad, Equidad e Inclusión (DEI), activistas woke, integrantes del Deep State (Estado Profundo) o simplemente «espías asiáticos»”, agrega el columnista, que compara la caza de brujas del trumpismo con lo que sucede en otros países. 

“Dichos etiquetamientos, en otras latitudes, pueden asumir catalogaciones como planeros, kukas, mapuches, subversivos o integrantes de la Casta política. La historia de las derechas globales pone en evidencia la necesidad de construir un enemigo interno para desviar las causas de las situaciones críticas, movilizar pasiones colectivas y contar con esquemas justificatorios para legitimar persecuciones o crímenes”, explica Elbaum, al tiempo que agrega que los ataques pueden estar dirigidos “contra armenios en la Turquía de Mustafá Kemal Ataturk; comunistas, judíos y gitanos en la Alemania Nazi; subversivos durante la dictadura genocida de los años ’70 –en Argentina–; o islámicos en la «guerra contra el terrorismo» de George W. Bush y Barack Obama”. Y señala: “De esa manera, los modelos reaccionarios logran instituir una agenda ajena a los verdaderos conflictos estructurales ligados a las luchas emancipatorias, la pugna entre las soberanías y el mercado, y/o las pujas entre el capital y el trabajo”.

El columnista ofrece además un listado de los estigmatizados: “El nuevo macartismo trumpista tiene como objetivos: (a) demonizar a toda persona que cuestione las políticas colonialistas y criminales de Israel, señalándola como antisemita; (b) debilitar las perspectivas de izquierda que estigmatizan como woke; (c); disciplinar a los académicos e intelectuales críticos de la actual administración; (d) imponer la motosierra en las subvenciones federales a la educación: la administración solicitó al Congreso a mediados de abril la reducción de un 15 por ciento (12 mil millones de dólares) del presupuesto destinado a la educación primaria y secundaria. Entre ellos, 1.600 millones de recortes al apoyo a estudiantes de bajos recursos; (e) limitar el ingreso de estudiantes que cursan carreras doctorales o posdoctorales, especialmente islámicos y/o chinos, y (f) destruir los programas de diversidad, equidad e inclusión (DEI, por su sigla en inglés)”.

Contra el colectivo LGBTQ+

“El Mes del Orgullo está a la vuelta de la esquina. Pero este año, el exceso habitual de fiestas y desfiles debería ser sombrío e, incluso, enojado. Porque en el primer año de la segunda presidencia de Donald Trump, hay poco que celebrar y mucho que lamentar. Los estadounidenses queer se enfrentan a una verdadera ola de políticas transfóbicas y homofóbicas, que ha caído en cascada desde el gobierno estatal, local y federal desde principios de año. Estamos, para decirlo claramente, en medio de una campaña de represión sancionada por el estado dirigida contra las personas trans y queer sin paralelo desde los días del macartismo y el Miedo Rojo hace unos setenta años”, señala Samuel Huneke en la nota titulada “Hope Sinks” (“La esperanza se hunde”) publicada en el medio estadounidense The Baffler.

“¿Hacia dónde vamos a ir a partir de aquí? Los historiadores son notoriamente malos para predecir el futuro, y no pretendo ser capaz de hacerlo. Pero veo tres posibilidades generales de cómo podrían desarrollarse las cosas. Empecemos por lo peor. Es muy posible que el trumpismo continúe radicalizándose en los próximos años o incluso décadas. En una especie de revolución permanente —de la que tenemos ejemplos históricos, desde la Alemania nazi hasta la Sudáfrica del apartheid y la Argentina en la Guerra Fría—, sectas cada vez más radicales empujan el movimiento más hacia la derecha. Los líderes de estos movimientos políticos suelen estar hambrientos de chivos expiatorios, lo que requiere villanos a los que culpar por el deterioro del nivel de vida de sus electores. En este caso, la persecución del gobierno contra las personas trans y queer seguiría empeorando: las personas trans podrían ser des-transicionadas a la fuerza y tal vez enviadas a instituciones médicas extrajudiciales o colonias penales. Las relaciones entre personas del mismo sexo podrían ser prohibidas. No se trata de escenarios improbables o lejanos. Los conservadores han declarado claramente que su objetivo es la «erradicación del transgenerismo de la vida pública». La plataforma del Partido Republicano de Texas declara que «la homosexualidad es una elección de estilo de vida anormal». Un congresista republicano elogió recientemente la ley contra la homosexualidad de Uganda, que ordena la pena de muerte, y Trump ha sido aconsejado por organizaciones cristianas que quieren volver a criminalizar la sodomía”, agrega Huneke, que es profesor asociado de historia alemana moderna en la Universidad George Mason y autor de Estados de liberación: Hombres homosexuales entre la dictadura y la democracia en la Alemania de la Guerra Fría

El profesor afirma, asimismo, que la embestida no se detendría con las personas LGBTQ: “cualquier expresión de género o acto sexual considerado amenazante para la heterosexualidad procreativa sería objeto de ataque. La pornografía podría ser criminalizada, como prevé el Proyecto 2025. El control de la natalidad podría estar prohibido. El coito anal heterosexual, el sexo oral y el sexo fuera del matrimonio podrían enfrentar un escrutinio legal. En este futuro, los nacionalistas cristianos que conducen el tren estarían decididos a volver a una definición medieval de sodomía, una que abarque todo el sexo no procreativo. Al mismo tiempo, las mujeres podrían ser despojadas de su capacidad de acción política, social y sexual por un movimiento político que ya ha comenzado a pedir que se prive a las mujeres de sus derechos y que se prohíba el divorcio sin culpa”, indica Huneke.

“Si los progresistas pueden dejar claro que estas políticas no son más que estratagemas cínicas para distraer la atención de los esfuerzos de la administración por desmantelar lo que queda de nuestro estado de bienestar y, al mismo tiempo, resaltar los objetivos radicales de estos políticos, parece posible que los votantes actúen. Es posible que no voten para proteger a su vecina trans o a su colega lesbiana, pero pueden hacerlo para proteger sus cheques del Seguro Social o su derecho a acceder al control de la natalidad. Nuestra historia reciente, sin embargo, no me deja optimista”, concluye el profesor estadounidense.

Publicado en el semanario El Eslabón del 24/05/25

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